Belleza

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Estoy más flaca, mi pelo más largo, piel blanca. Suave.
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Tomé mi muñeca derecha con un una idea en mente, viendo luces circulantes y estrellas de muchos colores: deseando ver sangre por mis brazos, necesitando sentir escurrir ese calor saliendo de mi cuerpo. Deseando esa emoción de sentirme viva, irónicamente desangrándome.
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Frente al espejo, precisamente allí, imaginé el bellísimo color rojo recorrer el blanco del lavamanos y salvarme. Hipnotizada en aquella imagen, tomando mis muñecas, mis brazos, mi cuello.
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Me desvestí, caminé descalza y desnuda. Regresé al espejo: vi la finura de mi cuerpo, concebí la suavidad de mi pelo, mi piel y curvas. Sólo yo puedo verlo, sólo yo puedo percibirlo, sólo yo podría cubrirlo de sangre, tibia sangre sobre mí para librarme.
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Luego caí y lloré, lloré tan intensamente que creí quedarme sin lágrimas para siempre.

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