Personal

|

Llegué a este lugar una mañana de Enero. No podría describir la sensación de aquel momento, pero sí tenía a muchas personas pendientes de mi decisión. Creo que a lo mejor pensaban que no me atrevería, pero soy bastante arriesgada en la realidad y bastante imprevisible a veces. Considero que es una lata programar tanto si al final el resultado no es lo que esperabas. "Si te hace sentir bien entonces realízalo, si ya te hace sufrir o cuestionar bobadas entonces déjalo"... Si es mi pensamiento, entonces podría sonar egoísta, pero sólo se trata de puro amor.
Ya ha pasado un año de que vivo aquí, la casa de mis padres está muy cerca y la de mi hermana también, por lo que me resulta muy cómodo a la hora de realizar visitas dominicales. Tengo plantas en el balcón, el mueble de cocina tiene dibujos cariñosos de mis sobrinos, mi dormitorio está lleno de revistas y con una colección de películas cerca del televisor, y el living tiene un adorable sillón en donde escucho música acompañándome de alguna lectura o algo de comer.
En ratos de relajo me instalo en el balcón a contemplar el atardecer, es realmente conmovedor y puedo decir con seguridad que es un momento de mucha paz. Al caer la noche se siente el peso de la independencia, la que se hace cada vez más lúcida, pero contradictoriamente se alinea a mi labor y lógicamente a mi destino. Sentir tan en pleno el presente es algo muy heavy, pero es rico vivirlo y ni siquiera estoy segura de qué rumbo tomará todo ésto aunque a veces el cansancio me consuma y el desaliento me confunda, pero soy parte y estoy presente.
Mi aprendizaje es no olvidar ni olvidarse de que el cariño y el acompañamiento existe. Por lo mismo me disculpo con el cielo por el egoísmo controlado, por la sordera, por esa angustia que me precipita y me hace cuestionar el tiempo. Tal vez todo ésto deberá tomar sentido, quizás todo ésto es parte del crecimiento.