Cuando no hay nada que contar

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Mientras la autora se encuentra con bastantes ideas en la cabeza y con un personaje en proceso de aborto, cree no poder escribir. Como si el frío hubiese congelado toda esa posibilidad y que además, la lluvia arrasara con su tino directo a las alcantarillas. Fue entonces que decidió dejarse admirar por la pasión de otras personas y reposar la mente.

Así sucedió que encontró un blog de temas muy variados, organizó su revistero con ediciones recientes y otras muy antiguas, más tarde asistió a un recital de jazz que la emocionó casi hasta las lágrimas y de inmediato pensó entender toda esa expresión de aquel autor. Una de las tocatas la hizo imaginar con exactitud aquella narración leída hacía un tiempo, lo que la hizo emocionar aún más, luego el autor confesó que la escribió para su hijo. Aprovechó de observar al público asistente al salir, un poco para cachar su tribu, y encendió un cigarrillo. Su acompañante le regaló un chocolate de licor, el cual la hizo despertar de ese paréntesis y juntos comentaron el espectáculo de regreso a casa.
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Los días posteriores han sido de bastante frío y bastante café, mucho café.
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